Ayer estuve
en la Feria del Vino de C. Real (FENAVIM)
y lógicamente me dediqué a las bodegas de producción natural. En casi todas reconocí
el esfuerzo y la ilusión en lo que hacen, para dar a conocer sus vinos en todo
el mundo. Muy interesante y entretenida
la visita, que no olvidare.
La viña es
el elemento fundamental de un buen vino, creo que todos estamos de acuerdo.
Cuando veo
las presentaciones de los vinos me da la impresión de que lo más importante es
la manera de presentarlo, destacamos más lo que decimos que lo que hacemos, sea
la etiqueta o los años que tiene nuestra
viña, lo bien estructurado de nuestra presentación con fotos y gráficos
llamativos.
Con el ánimo,
creo que justo, de vender nuestro vino lo primero que intentamos es
diferenciarlo de los demás describiendo que nuestra pizarra o nuestra
calcareoarcillosa del terreno de nuestra viña le da unas características especiales,
etc. Me parece bien, pero todo ello hace que los que intentan comprar nuestro
vino les confundamos con tantas diferencias y que lo más probable y con muy
pocas excepciones no sean capaces por ellos mismos de descubrir en el vino
tantos matices, y menos diferenciar si es pizarra o arcillosa.
Ahora que
parece de moda la garnacha salen viñas de más de 50 años por todas partes de
esta variedad. Es comprensible que todos intentemos aprovechar esta ola y
subirnos a ella a costa de lo que sea, mi opinión es que si seguimos así otra
vez perderemos la oportunidad de hacer las cosas bien y terminaremos confundiendo
a la gente liándoles con tipos de uvas,
terrenos, procesos de producción y etiquetas que pretenden añadir características
al vino que está en la botella. No estoy de acuerdo en las teorías sobre
crianzas, reservas, variedades, terrenos, procesos y demás añadan algo por el
mero hecho de ser atractivas a la vista o estar bien descritas. Echo en falta
un dato importante en las descripciones, por ejemplo las hectáreas de cada
viña, las características del vino de la misma bodega no son iguales todos los
años y sin embargo no hay ninguna diferencia cuando lees las etiquetas o las
descripciones.
Seré duro,
pero el precio de una botella está relacionado más con las descripciones que
con el vino que contiene. Deberíamos ser capaces de describir mejor las consecuencias
que tiene en el vino los procesos para ayudar a reconocerlos cuando lo bebemos.
No es mejor un vino que ponga reserva que uno que ponga crianza, dudo que esto
tan sencillo sea entendido.
Soy un enólogo aficionado, cada vez tengo más
dudas de lo que estoy haciendo, cuanto más
aprendo veo que me falta mucho por
aprender. De momento no voy a cambiar y dedicaré la máxima atención al cuidado
de la viña “O Biedau”. Sé que es el
fundamento, sé que tiene alma, sé que fue plantada por mis abuelos con
demasiados sacrificios y trabajo, y todo esto es lo que seguro le dará carácter
al vino “O Biedau” , sin propaganda ni etiquetas a gusto del consumidor, seguiré
con mis principios, con los que estoy cómodo y sé defenderlos.
El vino en
nuestro país se ha deteriorado demasiado, el consumo es cada día más bajo, la
crisis ha hecho estragos como en casi
todas las aéreas. Me preocuparía menos si fuera solo económica y no de falta de
valores, no podemos reconocer el trabajo si no tenemos el valor de admitir que
nuestro objetivo, salvo excepciones, es escaquearnos de todo aquello que
signifique esfuerzo y sacrificio.
Los gurús
del vino viven de ello, los distribuidores, certificadores y demás viven de ello, la parafernalia de las administraciones públicas que se
encargan de licencias y demás viven de ello, es una desgracia tanta gente
chupando sin añadir valor a lo que hacen o nos hacen hacer, encima insisten en que son necesarios, qué cara más dura y
todo ello a costa de los que trabajan verdaderamente y que afortunadamente todavía quedan.
No es una
pataleta, sé que son necesarios todos ellos, pero haciéndolo bien, no puede ser
dar una certificación si al cabo de un tiempo solo vigilo que abonen la cuota y
no exijo que siga cumpliendo los mínimos que certifico.
Me podría extender
más sobre este tema pero no merece la pena, seguiré con mi objetivo que,
dejando aparte la frustración, me sirve para seguir trabajando con la ilusión intacta,
sin olvidar la cabezonería baturra.
La mejor viña de garnacha del mundo es “O
Biedau”.