Comenzamos un nuevo ciclo en “O Biedau” la poda; una de las
labores fundamentales en la viña, puede que sea la más importante.
Como ya he comentado, la poda es uno de los trabajos más
complicados del proceso; se trata de buscar el equilibrio entre la actividad
vegetativa y la producción, adaptándola a nuestras garnachas en vaso de 70 años;
seguiremos con nuestros 3 ó 4 brazos, podando a 2 yemas sin contar la ciega.
Este año comenzaremos con la formación de las nuevas garnachas
replantadas hace 2 años. Dejaremos 2 pulgares a 2 yemas. Seguiremos cuidándolas
bien ya que replantar en una viña con tantos años es complicado, debido a las
enormes raíces que han generado; ahí
está uno de nuestros retos. Hacer buen vino es fácil si la viña está bien
cuidada.
Nuestro tinto garnacha 2014
está listo para hacer el primer trasiego a finales de mes, seguimos haciendo catas para ver su evolución.
Ayer sacaba con la venencia para probar en el catavinos; veía, olía y saboreaba… ahí estaba yo
intentando descubrir como es el tinto 2014 cuando me vino a la memoria una imagen con sabor muy lejano que tenía en mis
recuerdos.
Algunos días después del colegio iba hasta la huerta a ver a mis
yayos; la merienda solía dármela mi yaya Angelica(sin acento) , a veces no estaba, entonces mi yayo Manuel sacaba una rebanada
de pan, el tarro de azúcar y su bota de vino que siempre tenía próxima, colgada
al hombro o en el respaldo de la silla, regaba abundantemente el pan con el
tinto negro de garnacha, atizaba unas cuantas cucharadas de azúcar y me daba la
sopeta, aquel vino untaba y mojaba a la vez, así que me bebía un buen trago de
vino, ese vino tenia cuerpo, olor y
sabor para recordarlo durante mucho tiempo.En mi boca sentía algo distinto, algo nuevo y mi saliva se arremolinaba en toda mi boca, era la acidez.
Sentía que mis dientes y boca se secaban con cierta sensación áspera, eran los taninos.
La dulzura estaba enmascarada con el azúcar que me recordaba las garnachas dulces.
Mi lengua se calentaba y algunas veces alteraba mi estado general, eso era el alcohol.
La acidez, taninos, dulzura y alcohol son los cuatro elementos vitales para la degustación de un vino.
¡Ahora bebemos con inmenso
placer un vino que nace de las mismas cepas y de la misma bodega!
El buen vino dura un instante y te deja en la boca un sabor a
gloria, es nuevo en cada sorbo y nace y renace cada vez, pasando a la
memoria con el momento y la persona que te acompaña.
Esta experiencia es posible debido a nuestras sensibilidades.
Para poder experimentar esa maravillosa sensación de saborear algo y evocar un
momento del pasado, intervienen prácticamente todos nuestros sentidos, desde la
vista, el gusto, el olfato… podemos sentir incluso aquella felicidad o aquel
estado de ánimo del momento evocado. No sé porqué, pero haciendo balance de los
momentos que han valido la pena, siempre me encuentro con los sencillos y
bonitos, ver a mi yayo asentir que aquella sopeta estaba realmente buena es uno de ellos.
Seguimos alimentando nuestra Ilusión Natural, no debemos confundir la ilusión con el capricho, la nuestra está madurando y evolucionando, como en todo hay que seguir trabajando duro y sobre todo seguir emocionándonos con la inocencia natural que tienen los pequeños detalles de la vida, dando rienda suelta a nuestro niño interior.
Deseo compartir con todos esta ilusión, motivándonos para intensificar las acciones y conseguir nuestro objetivo principal, en nuestros caso; mantener viva la garnacha de “O Biedau”
Frase .
La
vida no se mide por los segundos que respiras, sino por los momentos que algo,
o alguien, te deja sin respiración.