viernes, 27 de febrero de 2015

Las sopetas de mi yayo Manuel


Comenzamos un nuevo ciclo en “O Biedau” la poda; una de las labores fundamentales en la viña, puede que sea la más importante.

Como ya he comentado, la poda es uno de los trabajos más complicados del proceso; se trata de buscar el equilibrio entre la actividad vegetativa y la producción, adaptándola a nuestras garnachas en vaso de 70 años; seguiremos con nuestros 3 ó 4 brazos, podando a 2 yemas sin contar la ciega.
Este año comenzaremos con la formación de las nuevas garnachas replantadas hace 2 años. Dejaremos 2 pulgares a 2 yemas. Seguiremos cuidándolas bien ya que replantar en una viña con tantos años es complicado, debido a las enormes raíces que han generado; ahí está uno de nuestros retos. Hacer buen vino es fácil si la viña está bien cuidada.

Nuestro tinto garnacha 2014  está listo para hacer el primer trasiego a finales de mes, seguimos  haciendo catas para ver su evolución. 
Ayer sacaba con la venencia para probar en el catavinos; veía, olía y saboreaba… ahí estaba yo intentando descubrir como es el tinto 2014 cuando  me vino a la memoria una imagen con sabor muy lejano que tenía en mis recuerdos.
Algunos días después del colegio iba hasta la huerta a ver a mis yayos; la merienda solía dármela mi yaya Angelica(sin acento) ,  a veces no estaba, entonces mi yayo Manuel sacaba una rebanada de pan, el tarro de azúcar y su bota de vino que siempre tenía próxima, colgada al hombro o en el respaldo de la silla, regaba abundantemente el pan con el tinto negro de garnacha, atizaba unas cuantas cucharadas de azúcar y me daba la sopeta, aquel vino untaba y mojaba a la vez, así que me bebía un buen trago de vino, ese vino tenia cuerpo,  olor y sabor para recordarlo durante mucho tiempo.

En mi boca sentía algo distinto, algo nuevo y mi saliva se arremolinaba en toda mi boca, era la acidez.
Sentía que mis dientes y boca se secaban con cierta sensación áspera, eran los taninos.
La dulzura estaba enmascarada con el azúcar que me recordaba las garnachas dulces.
Mi lengua se calentaba y algunas veces alteraba mi estado general, eso era el alcohol.
La acidez, taninos, dulzura y alcohol son los cuatro elementos vitales para la degustación de un vino.

 ¡Ahora bebemos con inmenso placer un vino que nace de las mismas cepas y de la misma bodega!

El buen vino dura un instante y te deja en la boca un sabor a gloria, es nuevo en cada sorbo y nace y renace cada vez, pasando a la memoria con el momento y la persona que te acompaña.

Esta experiencia es posible debido a nuestras sensibilidades. Para poder experimentar esa maravillosa sensación de saborear algo y evocar un momento del pasado, intervienen prácticamente todos nuestros sentidos, desde la vista, el gusto, el olfato… podemos sentir incluso aquella felicidad o aquel estado de ánimo del momento evocado. No sé porqué, pero haciendo balance de los momentos que han valido la pena, siempre me encuentro con los sencillos y bonitos, ver a mi yayo asentir que aquella sopeta  estaba realmente buena es uno de ellos.
         
Seguimos alimentando nuestra Ilusión Natural, no debemos confundir la ilusión con el capricho, la nuestra está madurando y evolucionando, como en todo hay que seguir trabajando duro y sobre todo seguir emocionándonos con la inocencia natural que tienen los pequeños detalles de la vida, dando rienda suelta a nuestro niño interior.
Deseo compartir con todos esta ilusión, motivándonos para intensificar las acciones y conseguir nuestro objetivo principal, en nuestros caso; mantener viva la garnacha de “O Biedau”
 
Frase .
La vida no se mide por los segundos que respiras, sino por los momentos que algo, o alguien, te deja sin respiración.

 


                          

 

 

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