Los vecinos
de las fincas de los alrededores pensaran que estoy loco o se preguntaran que
labor estoy haciendo en la viña al final de noviembre! También me lo planteo, pero después de un rato siento como las cepas y sus
sarmientos se están despidiendo hasta el próximo año y se puede apreciar muy bien si la poda del
año anterior fue buena o hay que retocar algo para que los sarmientos salgan más
vigorosos y homogéneos.
Con muy poca imaginación
y algo de ilusión sientes que les interesa saber cómo es o se está criando el
vino que ha salido de sus racimos, preguntan también por el color, el olor y el
sabor; les digo que se duerman tranquilas, su vino está naciendo y muestra todas
las características que ellas tienen y mantienen después de 70 años.
Todo esto después
de haber estado en la bodega cuidando el vino de este año, con el absoluto
silencio de la cueva se puede oír el sonido de la fermentación malolactica que
ha comenzado, y se puede apreciar cómo semana tras semana cambia, se puede
apreciar cierta suavidad, supongo será por algunos cambios que hemos hecho este
año.
Sigo pensando
que hacer vino no es nada fácil y si además queremos que tenga su personalidad
y sea agradable al paladar más todavía. Tenemos vino tinto de este año en tres
barricas, si los catas uno detrás de otro notas diferencias, están claras en el
caso del neto y el de prensa pero entre las dos de neto aunque muy pequeñas y difícil
de apreciar las hay.
De lo que si
estamos seguros es de que nuestro blanco garnacha 2014 va a ser un magnifico y único vino;
su color ahora es igual al de las hojas de las cepas que podéis ver en las
fotos, bebes la garnacha blanca hecha vino y sientes toda su fuerza, saboreas su
fruta, notas especias con sensaciones sutiles, muy amplio y sabroso; este garnacha
tiene personalidad.
Frase
Esta frase es
de un baturro que marchó a Zaragoza, a las fiestas, con ánimo de vender cien
panderos.
Al pasar por
el puente de piedra, se le cayó uno de ellos, tomó la dirección de un remolino,
y al futuro vendedor le hizo gracia ver cómo el pandero, tras girar
vertiginosamente, desaparecía hacia el fondo.Para ver si los otros panderos repetían la graciosa desaparición, fue arrojando al agua, uno tras otro, los noventa y nueve restantes.
Los presentes le preguntaron qué diversión hallaba en aquello, que anulaba su negocio. Y el baturro contesto:
Más vale un gusto que cien panderos.