martes, 30 de septiembre de 2025

La crónica de O Biedau

 En un rincón de Aragón, en Ariza, hay una viña antigua: la Viña *El Corral del Coto*, plantada en 1944. La viña crece en marga arcillosa, abrazada por ese clima mediterráneo continental que define la dureza de los inviernos, el calor abrasador del verano, los contrastes que queman unos días y refrescan otros. La palabra “garnacha centenaria” no es solo etiqueta: es la savia, el pulso de una familia que con manos y raíces profundas se empeña en mantener viva la tierra que sus antepasados labraron.

Desde niños ayudaron en vendimias, despampanando, cavando, cuidando la vid: tareas sencillas, tareas duras, que enseñan que el vino parte de la viña y no al revés. Se aprende a esperar, a sentir la tierra, a hablar con la cepa, a reconocer en su lucha la propia fuerza heredada.

Con los años, la familia decidió apostar por la naturalidad: evitar aditivos, confiar en fermentaciones tradicionales, seleccionar la uva a mano, trasiegos sin prisas, filtraciones suaves, sin artificios. Hacer lo que sus antepasados sabían, quizás sin nombre de “vino ecológico” o “natural”, pero con la conciencia de que la viña merece ser tratada con respeto, paciencia y humildad.

Hay historias de años secos, veranos crueles, lluvias escasas, pájaros hambrientos que roban uvas maduras, calor que agota la cepa, que adelanta la vendimia, que obliga a buscar soluciones: redes, inventos, sudor, riego. Cada jugada meteorológica tiene consecuencias: algunas pérdidas, otras enseñanzas.

También hay esperanzas sembradas en silencio. Uno de los proyectos más queridos: recuperar la tierra vieja, plantar encinas truferas, recuperarlas, cuidarlas con mimo, esperar años —años de sol, de noches frías, de cuidar raíces, de sujetar con valla cada retozo, de llevar agua, de bastantes viajes— para que la tierra genere algo más que vid. Que la tierra dé una segunda cosecha distinta, silenciosa,  perfume bajo tierra: trufas. Un homenaje a nuestro padre José.

Con ese espíritu, se conquista espacio: mercados artesanales, concursos de catadores, participación en actividades locales, en fiestas, con la intención de que otros vean lo que para ellos es vida cotidiana. Vamos a mercadillos, donde mostrar nuestro vino, la garnacha, escuchamos a la gente, prueban, extienden mesas, ponen carteles, comparten vasos, sienten alegría cuando alguien dice “esto sabe a uva”, “esto es tierra”, “esto es casa”.

El vino comienza a legalizarse, a tomar forma oficial, a usar etiqueta homologada, registro embotellador, etc. No sólo se trabaja con la tradición; también con la responsabilidad, para lo que ha costado durante tanto tiempo pueda salir al mundo con dignidad.

Hay celos de conservar lo pequeño, de resistir en tiempos que empujan hacia lo grande, lo fácil, lo rápido. Víñedos que se abandonan, viñedistas que desisten. Pero la familia de O Biedau sigue ahí: cuidando el viñedo, atendiendo nuestra viña con esmero, creyendo que lo natural vale tanto como lo moderno, que la memoria de los que trabajaron la tierra no debe perderse.

Con el amor por la tierra, con nuestra garnacha centenaria, la ilusion de nuestras trufas, surgen los momentos de triunfo: cuando alguien compra una botella en una tienda local, cuando el vino se prueba en un mercado, cuando se queda sin existencias por la buena aceptación, cuando un nuevo concurso reconoce lo hecho. No son glorias estruendosas, sino victorias de Nuestra Ilusion Natural.

Hoy, después de tantos años, O Biedau no sólo es viña y vino.
Es ilusión, memoria, esfuerzo, relación con la naturaleza, homenaje a quienes labraron antes. Un lugar donde la vendimia no es solo cosechar, es juntar historias; donde cada botella lleva dentro los aromas del pasado, del calor del verano, del frío del otoño, del trabajo de generaciones y el deseo de dejar algo bueno, algo limpio, algo natural. 

Vendimia 2025: tradición, familia y vino

La vendimia de este año ha sido simplemente magnífica. En nuestra bodega hemos recogido nada menos que 1.634 kilos de garnacha, una variedad que cada año nos sorprende por su calidad y carácter.

Lo más especial, como siempre, ha sido la compañía: casi toda la familia “O Biedau” se unió a la jornada, compartiendo esfuerzo, risas y la satisfacción de trabajar juntos en una tradición que nos une.

Además, hemos vuelto a disfrutar del ya tradicional Concurso de Catadores Villa de Ariza, que una vez más contó con buena acogida y un ambiente inmejorable. Es una cita que esperamos cada año con mucha ilusión y que sigue demostrando el amor por el vino y la cultura en nuestra tierra.

La vendimia 2025 quedará en nuestro recuerdo como una campaña especial, llena de buenos momentos y promesas de grandes vinos. 





miércoles, 30 de abril de 2025

O BIEDAU, en el mercado

 Por fin y después de el largo proceso, las botellas de vino garnacha centenaria, estan disponibles para que las podáis comprar en dos tiendas.

En Ariza en el supermecado Covirán las podréis encontrar en la zona de vinos.

En Monteagudo de las Vicarías en la tienda de comestibles La Paloma, os atenderán muy amablemente, tienda muy cuca.

El área de autocaravanas de Ariza promocionada por nosotros esta siendo un éxito.

Así que estamos muy contentos por las dos cosas.

Ofrecemos entusiasmo por las cosas bien hechas.



sábado, 19 de abril de 2025

O BIEDAU triunfa

 Como sabéis hemos llevado nuestros vinos por primera vez a un mercadillo artesanal en Monteagudo de las Vicarías.

Pequeño pero muy animado y gente muy natural y maja. 

Montamos las mesas y colocamos nuestros vinos y carteles.

Expectantes, ponemos cara de vinateros honrados y observamos a los que pasan por nuestro puesto. 

Después de los anuncios por altavoz de nuestra bodega, empiezan a probar nuestro vino, el de 2018 gusta mucho, las opiniones son: es como beberse la uva, muy natural, sano, no se sube a la cabeza...

Las ventas empiezan a crecer y crecer hasta quedarnos sin botellas de 2018.

Nuestro empeño y la honestidad del vino que proponemos nos llena de alegría al ver que gusta y que la gente nota su naturalidad y nuestra maravillosa garnacha.

Gracias, abuelo Manuel, tíos Manuel y Antonio y sobre todo a José, nuestro padre, por dejarnos este maravilloso legado de la viña El Corral del Coto (Zinca "O BIEDAU" en aragonés) por el que sentimos tanta  satisfacción y orgullo.

Agradecemos a los organizadores la invitación a participar en el mercadillo.






viernes, 18 de abril de 2025

Nos vamos al mercado

 El próximo sábado 19 de Abril tendremos un puesto en el mercado artesanal que se celebra en Monteagudo de las Vicarías, bonito pueblo de Soria.

Es la primera vez que presentamos nuestros vinos, dando la oportunidad de catar y comprar nuestro vino natural producido de forma tradicional de nuestra maravillosa y antigua viña de garnacha plantada por nuestros abuelos en 1944.

Nuestro vino tiene toda la pasión y carácter de aquellos que trabajaron está tierra para sacarle hasta la ultima gota para su subsistencia.

Muchos pasajeros de la estación de Ariza, iban a la huerta de mis abuelos a llenar las garrafas de aquel vino fuerte y sabroso que bebían en cada comida.

Ahora quizás no todo el mundo sepa apreciar este vino, con mucho cuerpo, su toque de garnacha brava y sabor de la tierra que dio vida a nuestro pueblo de Ariza.

Después os contaré cómo ha sido el primer mercado de la Bodega O BIEDAU.



domingo, 9 de febrero de 2025

Vino tinto

 


  VINO TINTO
Producto de España
Embotellado por Bodega O Biedau, C.B.,Ariza, España. 
Grado alcohólico : 15%Vol. 
0,75L.
Ingredientes: Uva
No contiene sulfitos 
Registro embotellador 50/42996

 


domingo, 2 de febrero de 2025

La tierra O Biedau y sus trufas, homenaje a nuestro padre José

En el año 2008, en un pequeño rincón de la finca el Corral del Coto de Ariza decidimos recuperar una pequeña parcela. Nuestro padre, un hombre de campo con manos curtidas por el trabajo y un corazón lleno de sueños, decidió arrancar una parte de una vieja viña. La tierra, yerma y cansada, parecía haber perdido su vigor, pero no estábamos dispuestos a abandonarla y vimos en ella un potencial que pocos podían imaginar.

 Fué entonces cuando, con determinación y esfuerzo, plantamos 120 pequeñas encinas truferas, cada una de apenas 15 centímetros de altura. El trabajo fue duro, agotador incluso. Cavar hoyos en la tierra seca, proteger las frágiles raíces y asegurarnos de que cada árbol tuviera suficiente espacio para crecer fue una tarea que nos llevó mucho tiempo, protegerlas con una valla de 1000 metros, con cientos de postes de madera que tuvimos que clavar en la tierra seca.El proceso de la valla fue agotador.

Clavamos los postes en la tierra, colocamos cada uno de ellos, nos aseguramos de que estuvieran nivelados y luego extender la malla. Cada metro de valla construido era una victoria, pero también un recordatorio de lo mucho que aún quedaba por hacer.

Hubo momentos de frustración y cansancio, pero también de risas y camaradería. Nos  turnábamos para animarnos,compartiendo historias y sueños. A veces, discutíamos sobre la mejor manera de hacer las cosas, pero siempre encontrábamos una solución.

 Pero lo más difícil estaba por venir.

 Los primeros veranos fueron una prueba de paciencia y resistencia. El sol abrasador y la falta de lluvia nos obligaron a acarrear agua, cientos de viajes con la furgoneta y el depósito de 300 litros, muchos metros de tubos con gotero para regar las pequeñas encinas. Cada gota de sudor y agua que caía sobre la tierra era una promesa de que, algún día, ese esfuerzo daría sus frutos. Años pasaron, y con ellos, muchas jornadas de espera y cuidado. Las encinas crecieron lentamente, pero con firmeza, hasta convertirse en árboles robustos y majestuosos.

 Hoy, 1 de febrero de 2025, después de casi 17 años de trabajo y dedicación, hemos recolectado las primeras 9 trufas.Agradecemos a Sergio por la dedicación en entrenar a su magnifica perrita NOA que ha encontrado las trufas.

 La emoción que sentimos es indescriptible. Ver cómo aquel sueño, que comenzó con una tierra yerma y unas pequeñas encinas, se ha convertido en una realidad, nos llena de orgullo y gratitud. Las trufas, oscuras y aromáticas, son el fruto de años de esfuerzo, de preocupación y de días de trabajo incansable.

 Esta cosecha no es solo un logro, sino un recordatorio de que, con paciencia y perseverancia, incluso la tierra más agotada puede renacer y dar vida. Hoy celebramos no solo las trufas, sino el camino que nos ha traído hasta aquí, un camino marcado por el amor a la tierra y la fe en un futuro mejor.

 Hoy, rendimos homenaje a la tierra que nos vio nacer,esta tierra difícil  que nuestros abuelos trabajaron con amor, y que ahora, generosa, nos entrega sus frutos.  

 Esta tierra, testigo de sueños y sudores, guarda en sus entrañas la historia de quienes la amaron, de quienes la cuidaron con manos callosas y esperanza,y hoy nos regala el tesoro de las encinas truferas,un legado que brota de raíces profundas.  

 En especial honramos a nuestro padre, José, hombre de campo, de silencios sabios y corazón noble,  que supo cuidar esa tierra con valores, enseñanzas y un amor infinito por la naturaleza.  

Hoy, estas encinas truferas son símbolo de su esfuerzo,de su conexión con la tierra y de su legado vivo.

Gracias, PAPA, por ser el guardián de este pedazo de tierra,y por dejarnos un fruto que es, más que alimento,un símbolo de tu amor por nosotros.  

 Que este homenaje sea un canto a la vida, a la tierra que nos une, y a la memoria de un hombre que supo honrarla con su trabajo y su corazón.  

 ¡Gracias, PAPA!  

Por siempre en nuestras raíces. 











La crónica de O Biedau

 En un rincón de Aragón, en Ariza, hay una viña antigua: la Viña *El Corral del Coto*, plantada en 1944. La viña crece en marga arcillosa, a...